Eres lo que comunicas (en otro momento hablaremos de esto). Sobre todo, en política. La imagen pública, lo que dices, lo que haces, cómo vistes, le está contando al posible elector mucho más de lo que podrías imaginar. Por eso, en comunicación política no vale eso de «ya iré aprendiendo sobre la marcha». Porque sobre la marcha puede costarte una posición importante. Tener clara la importancia de la comunicación clara, la honestidad y la posición como político dentro de la sociedad, puede darte algunas ventajas.
Cambio radical de tema. ¿Has visto algún libro de la serie «para dummies»? Son manuales prácticos con consejos que van más allá de la teoría. Y tan bien explicados que hasta el más «torpe» (dummie) los puede entender, en un claro ejercicio de comunicación clara.

Así que me he tomado la libertad de dejarte una lista de 10 consejos prácticos en comunicación política para dummies, ahora que llegan las elecciones. Lo de torpe no te lo tomes a mal. Casi todos somos humanos.
10 C0NSEJOS DE COMUNICACIÓN POLÍTICA PARA TORPES
I. Si no se comunica, no existe
Regla número uno de la comunicación política: si tú no cuentas algo, se lo inventarán por ti. Y esto sirve tanto para la oposición, como los medios, como el ciudadano de a pie (puede que incluso tu madre). Procura que la tuya sea una comunicación clara, directa y fácil de entender.
II. Políticos 1 – Ciudadanos 0
Lo que cuenta es el resultado, no el partido. Porque eso de empezar notas de prensa con «El presidente ha inaugurado un nuevo centro de atención primaria» es de lo peor que le puedes echar en cara a un ciudadano. Quizás si le dices «Abierto el nuevo centro de atención primaria del barrio fulanito» prestará bastante más atención. En resumen, la idea es informar, no llenar de medallas a los políticos para intentar mejorar su imagen pública. Aquí el efecto es el contrario.
III. Hazte fan de los mantras
En comunicación política, reducir a la mínima expresión las grandes causas suele ser más efectivo que hacer una clase magistral sobre el tema. Es decir, si vas a hablar de economía, que sea en términos que todo el mundo pueda entender. Vale, diserta un rato después si quieres. Pero si la reducción de la deuda ha sido del 70% respecto a la legislatura anterior, no te líes a explicar -de primeras- que has podido amortizar deuda anticipada, que la coyuntura política ha sido favorable para las nuevas contrataciones o que una mariposa ha batido las alas en Tokio. UN ÚNICO MENSAJE. Claro y alto. Repetido hasta la saciedad. Y de ahí, si aún te quedan ganas, diserta lo que quieras. Ante todo, comunicación clara.
IV. Las cosas claras, por favor
Ponle nombre a las cosas. No digas los centros de educación primaria y secundaria del sector 8C de la ciudad cuando puedes nombrar los colegios de la zona. Tú, político, estás acostumbrado a hablar en términos técnicos. El resto de los mortales, agradecemos que al pan se le llame pan, no harina fermentada pasada por el horno. La comunicación clara es en este sentido tu mejor aliada.
V. No nos pongamos sensibleros
¿Tocar la fibra en comunicación política? Solo cuando hayas resuelto los problemas mayores. Si has de cortar el agua por sequía, no hables de los beneficios sobre la salud y el bienestar de las nuevas flores de los parterres de las aceras (que has traído de Nueva Zelanda y te han costado un pastón). Seguramente el tiro te saldrá por la culata y tu imagen pública se verá afectada.
VI. Una buena agenda puede salvarte la vida
Cuidado con la agenda de temas. En relación al punto anterior, procura que en una misma semana no salgan de tu boca mensajes contradictorios. ¿Por ejemplo? Hablar de lo imposible y costoso que resulta abastecer de electricidad una zona y a la mañana siguiente inaugurar una nueva línea de tren ¡eléctrico!, porque la conectividad ha de ser una prioridad (true story). Tu imagen pública también se mide por el número de cagadas de este tipo.
VII. Esa frase comodín que no dice nada
Hemos puesto tantas cosas «en valor», que ya no sabemos qué más valorar. Todo es valioso. Y valiente. Y valeroso. Mejor dejad de «poner las cosas en valor» si ni siquiera vais a invertir en ello. Y no, poner en valor a alguien porque ha hecho algo importante, tampoco sirve. Reconócele el esfuerzo, alábale el mérito y ponlo como ejemplo para la sociedad. Pero deja el valor para los super héroes. Poner algo en valor solo sirve al periodista despistado para rellenar una frase, no para mejorar tu comunicación política. Además, se aleja enormemente de lo que se entiende por comunicación clara, clave para que te entiendan.
VIII. Las causas, para los que quieran perderse
Hecho curioso: cuanto más acérrimamente intentes defender una causa, mayor será el efecto contrario. A no ser que sean causas de sentido común y ampliamente aceptadas por la sociedad (a ver a quién encuentras que no quiera mejores profesores o más médicos especialistas), lo de defender causas a capa y espada surge un efecto rebote mayor que el de la dieta de después de navidades. No voy a hacerte la agenda política (eso es trabajo tuyo). Pero tenlo en cuenta a la hora de hablar de causas en términos absolutos. Después de todo, la relatividad suele funcionar bastante mejor.
IX. No eres un super héroe
Cuando estés con personas que han conseguido grandes cosas, no hables más que ellos. Tú, político, solo eres un simple mortal que gestiona los recursos de todos, con mayor o menor acierto. Y, a veces, incluso crea políticas para mejorar la vida de todos. Deportistas, artistas, científicos, educadores, exploradores, bomberos, médicos, actores, voluntarios, escritores… Todos han hecho algo que tú no harás: crear o conseguir algo especial o salvar la vida a alguien. Tranquilo, no es tu momento. Así que déjales que brillen (y aprovecha tu «tirón mediático» y tu imagen pública para hacerles brillar aún más) y, siempre que puedas, ve a su terreno. Poner medallas en casa es muy fácil. Interesarse por sus logros más allá de los muros de la administración, es una muestra de humanidad por tu parte. Y que ellos agradecerán más de lo que te puedes imaginar.
X. Pero sí un humano
Sé cercano. Y humano. Porque tras el muro de la comunicación institucional y política se esconden personas que a veces son muy divertidas. O sensibles. O espontáneas. Porque ser político no te exime de ser persona. Así que, si en mitad de una rueda de prensa la lías parda, saca tu mejor sonrisa y discúlpate, porque todos somos humanos. La mejor imagen pública que puedes dar es la de que eres una persona como cualquier otra.